Carrión de los Condes: iglesia de Santiago
El siguiente punto de parada en
Carrión de los Condes, imprescindible, sobre todo si el peregrino o el
visitante son amantes del arte románico de calidad, dejándose llevar a la vez
por el buen gusto, es la iglesia de Santiago. Santiago, como muchos otros monumentos
de su época, es un templo herido mortalmente, pero en cuya portada, no
obstante, se muestra todavía, con buena parte de su original esplendor, el
orgullo, la maestría y el buen hacer de unos canteros que en la ejecución de su
trabajo, rozaron la perfección. Reconvertido en Museo de Arte Sacro en la
actualidad, constituye este detalle, a la vez, un aliciente, cuando menos
antropológico y añadido, que nadie debería dejar pasar por alto; sobre todo, si
realmente desea que su paso por esta longeva e histórica ciudad, sirva de
impregnación cultural de referencias de inequívoco valor simbólico, donde la
sorpresa, referida en particular a algún elemento determinado, como veremos en
el futuro, les ha de resultar verdaderamente fascinante.
Por otra parte, no es cuestión de
valorar en esta entrada las coincidencias no sólo temáticas sino también
estilistas que la conectan con otro singular templo situado en la no excesiva
lejana población de Moarves de Ojeda, -el de San Juan Bautista-, ni tampoco
especular si el taller o los talleres que intervinieron en su elaboración, lo
hicieron bajo mandato de los freires del Temple, pues sospechas existen, de que
alguno de ellos pudo haber pertenecido a tal Orden monástico medieval. Pero tal
vez, sí sería interesante y a la vez conveniente, señalar, para quien tenga la
oportunidad de comprobarlo algún día, la semejanza estilística que ambos
templos palentinos tienen con un elemento similar, y poco menos que único de su
primitiva factura románica, que se localiza en una de las portadas de acceso a
la catedral de Lugo, donde también se cree entrever la influencia de un
extraordinario maestro cantero, o por defecto, de su escuela, como fue el
inmortal Maestro Mateo, que según la leyenda se representó a sí mismo en la
catedral de Santiago, en la figura conocida como el Santo dos Croques, en las
que los peregrinos, siguiendo la ancestral tradición, golpean sus frentes,
soñando, quizás, con adquirir, mediante el acto mágico de la transmisión de
pensamiento, parte de la sabiduría del Maestro.
Pero, sin duda, uno de los mejores métodos de ilustración para acceder al Palacio de Sophia, resida en la propia observación. Porque mediante ella, veremos, quizás, parte de esos fascinantes capítulos históricos de conquista, reconquista, repoblaciones y fueros donde los diferentes gremios artesanos jugaron un papel fundamental en el establecimiento y la prosperidad de las ciudades, como nos recordaron los canteros al representarlos, no sin causa aquí, precisamente como temática secundaria, inmediatamente debajo del Pantocrátor y su Apostolado, sin olvidar esas referencias a antiguos mitos y creencias, como consta en los capiteles y sus exotéricas alusiones al pecado, siempre de manifiesto en los templos románicos.
Sea como sea, y a la vista de tan maravillosa portada, quizás no esté de más aludir aquí, como punto final a la presente reflexión, aquello de: Christo Imperat.
Comentarios
Este taller de los finales del románico dió, tanto aquí como en Moarves de Ojeda, su "do de pecho". A ver si en un futuro puedo ver lo que nos cuentas de la catedral de Lugo.
Un abrazo,