La Casa Ametller
Hay quien asevera, y yo así también lo creo, que Gaudí fue genuinamente respetuoso cuando remodeló de arriba a abajo la casona que sería el futuro hogar del comerciante Batlló y su familia, para no afectar a éste otro soberbio exponente del Modernismo catalán, obra del prolífico arquitecto Josep Puig i Cadafalch: la Casa Amatller. Encargo del industrial del chocolate Antoni Amatller -la zona ya parecía presentir que habría de convertirse en el bastión de la burguesía acomodada de la época y emblema de la opulencia del futuro-, fue proyectada entre 1898 y 1900. Si en su ejecución, la vecina y alucinante Casa Batlló juega intensamente con la seducción natural, la Casa Amatller recurre a la escultura de diseño y a los viejos mitos para atraer la atención de un mundo todavía inmerso en la herencia inmemorial de los arquetipos. De tal manera, que un vistazo a la fachada, así como a la planta baja -que es la única que se permite visitar-, constituye una especie de introducción al mundo de fantasía cultuística que acompañó al hombre a lo largo de su Historia, desde el mismo momento en el que éste abandonó el oscuro útero de las cavernas.
La entrada, constituida por dos puertas asimétricas o bíforas -recurso ya conocido en el románico, siendo uno de los más relevantes, las puertas bíforas de la portada de Platerías de la catedral de Santiago de Compostela-, muestran como custodio y paladín, a aquél caballero lunar, San Jorge, en lucha sempiterna con el Dragón -obra del escultor Eusebi Arnau-, como pequeña rentrée a un mundo donde la metáfora brota del alma de la piedra, hasta el punto de ocultar significados más profundos, místicos, quizás, cuando no cultuales y alquímicos, en una variada y alucinante gama de personajes cuya mediática idiosincrasia producen diferentes sensaciones en el ánimo del espectador: los animales, convertidos en obreros artesanos, donde sobresale, por ejemplo, esa extraña asociación entre gato y ratón -Yin y Yang- enemigos tradicionales que se complementarizan, quizás para construir castillos de arena o tal vez, alusión al oficio del futuro dueño de la casa, ejecutando el noble arte, importado de las Américas, de la elaboración del chocolate. El goliardo con el oso, remedo de aquéllos sui géneris compadres medievales indiferentes ante la excomulgación de los poderes fácticos. La vieja malhumorada, que parece surgir de las entrañas de la piedra y no muy lejos de ella, la hermosa doncella primaveral: ¿una sutil alusión a la Vieja y la Nueva Religión?. Las Artes escenificadas en el optimista pintor y el pensativo escultor que contempla la cabeza que tiene entre las manos, ¿tal vez emulando al Hamlet que le cuitaba a la calavera de Horacio?. Y entre los escudos, aquélla extraña representación de dos muchachas sujetando uno, en cuyo interior sobresale la figura de un ánfora y a la izquierda, algo más pequeña una jarra: ¿alegoría griálica, recuerdo, quizás, de la famosa hidria de las bodas de Canaán, donde Jesucristo convirtió el agua en vino y de las cuales, la tradición quiere que, aparte de la que se supone que se conserva en Caná, en la Península tengamos otra, la de la iglesia de Santa María de Cambre, en La Coruña?. La serpiente eterna, el Ouroboros, espectacular que figura en el pavimento, una vez en el interior, es otra de las obras que vuelve a dejarnos boquiabiertos. O la forma de pirámide escalonada que corona la parte superior del edificio. Tantos y tantos detalles, que enumerarlos uno por uno conllevaría elaborar, como poco, un pequeño ensayo de arte y simbolismo, cuando menos, bastante más que peculiar.
Publicado en STEEMIT, el día 1 de febrero de 2018: https://steemit.com/spanish/@juancar347/cronicas-de-la-barcelona-magica-la-casa-amatller
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Un beso.