El Camino ha sido siempre, ya lo sabes, la senda por la que ha circulado el conocimiento iniciático y donde se han preservado los misterios de la antigüedad...(Matilde Asensi)
Hola Juancar! Córdoba tiene duende por los cuatro costados. Pero para mí, la zona más mágica es esta calle y las callejas de alrededor, los patios engalanados de mayo ¡Los colores de las flores! Un abrazo.
Hola, Kalma. Sí, posiblemente sea una de las calles más entrañables, pero por otra parte, más conocidas y visitadas y tal vez ese detalle la reste parte del encanto y del misterio que la envuelve. Ahí, en el patio, está la tienda donde en su interior se conserva un pozo árabe de más de 22 metros de longitud, que es, también, toda una atracción. Diciembre no es el mejor mes para visitarla; como ves, no son sus auténticas flores, sino flores de Navidad puestas a propósito para el visitante. Pero aún así, me encantó el duende de esa calleja. Un abrazo
Bonita callejuela que nos lleva buenos recuerdos. Y ya veo que buscaste la ocasión para que no hubieran tantos visitantes por la callejuela de las Flores. Y es que:
Es verdad. Las hice el día que nos veníamos, antes de desayunar. Hubiera sido una pena volverme a Madrid sin disfrutar unos minutos a solas de tan entrañable calleja. Desde luego, los recuerdos son inmejorables, como en todos los viajes en que hemos participado, aunque en Córdoba, no sé Eduard, como que había Duende. Un fuerte abrazo y Bon Natal (¿se dice así?)
P iensa el peregrino, mientras se aleja despacio de la catedral y sus tesoros artísticos, en esos hombres, extraordinarios, sensibles, superdotados intelectualmente y definitivamente visionarios también que, por alguna curiosa razón que se le escapa, suelen nacer antes de tiempo y sufren, en mayor o en menor medida pero sufren al fin y al cabo, la incomprensión de una sociedad que todavía dista mucho de tener la suficiente madurez para comprenderles y aceptar la genialidad de sus obras, de sus ideas y de su particular visión del mundo. Y mientras piensa, siente que esas oscuras golondrinas que revolotean ocasionalmente por sus pensamientos, ponen en sus labios un nombre y un apellido, por los que siente una especial devoción: Antoni Gaudí. Si una de las figuras más asombrosas del Renacimiento italiano fue Leonardo Da Vinci, Antonio Gaudí fue -al peregrino no le cabe duda alguna-, el máximo exponente de una renacimiento espirito-intelectual, que despertando en esa Barcelona progresi
'Quomodo cecidisti de caelo, lucifer, fili aurorae?'. '¡Cómo has cáído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora!' [Isaías, cap.14, ver. 12-14] N o dejo de ser una estatua, y sin embargo, ¡cuántos misterios conservo!. No os extrañéis, ni penséis que, cuál representación abominable de la Rebelión, lo que os voy a decir son simplemente falacias. Así lo quiso mi padre, de nombre Ricardo Bellver y de profesión, en apariencia, escultor. L ejos de ver en mí esa bestia abyecta de un Génesis demasiado complicado para ser siquiera intuído -cuando menos comprendido- por vuestras limitadas mentalidades humanas, pensad en mí como en un espíritu libre y mitológico que volvió a nacer en 1877, en una época en la que todavía algunas cosas no se hacían porque sí, y hasta donde una, en apariencia, inocente estatua, ocultaba detalles evidentemente ajenos a la casualidad. N o aludáis al adjetivo de la vanidad para calificarme, si os digo que Bellver, gracias a mi, obtuvo, un año después de
Tiene Castro Urdiales un no sé qué, qué sé yo, que me atrae profundamente, liberando esa adrenalina de la psique, cuyos arquetipos, igual que una sinfonía de Beethoven, tienen la virtud de despertar de su letargo a esa desocupada burguesa, que en el fondo es la ensoñación. De ensoñaciones despertadas bruscamente por el beso de lo impredecible –y utilizo a conciencia el lenguaje de los pájaros, pues eso me libera del engorroso estado de gracia de aspirar a que se me entienda, detalle que me permite continuar siendo acreedor de mi propia independencia- recuerdo en particular aquélla ocasión, en la que paseando por un puerto que antaño había sido portazgo de conmilitones templarios y aduana de peregrinos que acudían a la Hispania libre de la morisma con el deseo de adorar los restos del Apóstol Prisciliano –que Unamuno era un pelmazo, pero eso no significa que tuviera un pelo de tonto en la barba- me encontré embarcado –supongo que de polizón, porque no me consta haber sacado billete algu
Comentarios
"A quien madruga,
Dios le ayuda!"
Un abrazo y Felices Fiestas!